Hablar de otras personas siempre exige un respeto. Hablar de personas en situaciones de dificultad personal y social, de las Personas Sin Hogar en concreto (a las que a veces hasta ponemos siglas, PSH), pide un plus de respeto. Desde ahí, y porque la tierra del sufrimiento y la exclusión siempre es tierra sagrada, quisiera nombrarlas hoy.
Cáritas Española, FACIAM (Federación de Asociaciones de Centros para Integración y Ayuda de Marginados) y la Federación de Entidades de apoyo a las Personas Sin Hogar (Fepsh -antigua Feantsa España-), llevan desde 1992 intentando poner cara a estas personas invisibilizadas en el 'Día de los Sin Techo'. Este año desde el slogan «Nadie sin derechos. Nadie sin hogar». Y también en este año 2010, declarado Año Europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social, tiene una dimensión especial ya que ponen en marcha la campaña 'Nadie sin Hogar. 2010-2015'. Esta campaña forma parte de un proyecto en el que estas entidades vienen trabajando desde hace tiempo y que tiene un horizonte muy concreto: terminar con el sinhogarismo en España y en Europa de aquí al 2015 («Acabar con el sinhogarismo es posible»). Así se aprobó en una declaración del Parlamento Europeo en el 2008, tras la petición de dichas entidades, y que instaba al Consejo a adoptar «un compromiso a nivel de la UE para resolver antes del 2015 el problema de las personas sin hogar instaladas en la vía pública».
Quizás solemnes declaraciones; quizás fáciles compromisos en el papel; quizás algo irreal y utópico: suponemos, como en tantas otras cosas y causas pendientes en la Humanidad, que no llegaremos a tiempo. Pero tenemos delante de nosotros un objetivo cuantificable; el mismo en muchos países, en cientos de ciudades, en miles de pueblos. Las Administraciones estatales, autonómicas y locales; las entidades sociales, las organizaciones sindicales y empresariales, los estudiosos de esta realidad., con la posibilidad de trabajar y coordinarse para afrontar este signo del fracaso de nuestra sociedad: el que en Europa haya miles de personas viviendo sin hogar.
Se calcula que cerca de treinta mil personas en España no tienen techo propio donde cobijarse, donde construir expectativas, donde dormir, soñar, curarse de las heridas cotidianas. Más de un millón de personas viven en nuestro país en infraviviendas que no poseen servicios básicos (agua corriente, electricidad, saneamiento incorporado y cuarto de baño). En la actual coyuntura socioeconómica, en la que más de millón y medio de personas reciben menos de 3.200 euros al año (en situación de pobreza extrema), muchas personas y familias están más cerca de traspasar esa línea roja que es quedarse sin vivienda.
En nuestra ciudad, el trabajo con las Personas Sin Hogar pivota fundamentalmente entorno a la Cocina Económica, con sus diferentes proyectos y servicios, y al Centro Municipal de Acogida. Un trabajo creo que reconocido y valorado. Otras entidades apoyamos en momentos concretos: campaña de temporeros y campaña invernal de ola de frío. En muchos pueblos de La Rioja, Ayuntamientos y Cáritas coordinan sus actuaciones con estas personas. Creo que, desde el impulso de esta campaña europea, «acabar con el sinhogarismo es posible», y queriendo colaborar a la construcción de una «Europa social» y no sólo económica, también puede ser momento de pensar y, en su caso, poner en marcha experiencias piloto, imaginativas, como en su día fueron el trabajo en calle o los centros de baja exigencia. Quizás puedan orientarnos y darnos pistas los concretos compromisos de esta campaña: que nadie duerma en la calle, que nadie viva en alojamientos de emergencia o resida en alojamientos temporales por un periodo superior al necesario, que nadie abandone una institución sin alternativa de alojamiento.
Al conjunto de la ciudadanía, por lo general, nos cuesta entender la realidad de la gente de la calle ya que su perspectiva es bien diferente a la nuestra; no nos damos cuenta de lo que significa vivir en la calle. La complejidad de su historia y de su realidad, la multiplicidad de las causas que están por detrás (paro, enfermedad mental, adicciones, fracasos afectivos, soledad.), no pueden hacernos más indiferentes y desentendidos y, mucho menos, simplistas («son unos vagos, ellos se lo han buscado»). Más bien nos obliga a acertar y afinar con la manera de acompañar y trabajar con estas personas. Y nos pide un plus de respeto, que puede comenzar por algo que parece sencillo, pero no lo es: educar la mirada, cambiar la forma de mirar a nuestro alrededor. Algo más costoso, y mejor, que dar una limosna al que pide en la puerta de la iglesia o del supermercado. Algo que puede tener otras formas concretas: conocer las Asociaciones que acompañan a las Personas Sin Hogar, compartir un café con alguna de ellas y dedicarle mi tiempo. No son personajes para un reality; son personas, como tú y como yo. También así, más allá de las grandes declaraciones, haremos posible y será más creíble aquello de que «acabar con el sinhogarismo es posible».